Por más que uno intente mirar para otro lado, hay datos que cuando se exponen, como bien hace el compañero Emilio Padilla, no pueden ser ignorados. En Cantoria, un pueblo que no necesita presentación en lo que a juego de influencias se refiere, se han convocado recientemente oposiciones para cubrir dos plazas de Policía Local. Hasta aquí todo correcto. Pero entre los aspirantes aparece un nombre que no es uno más: el hijo mayor de la actual alcaldesa y del asesor municipal, su esposo.
El joven, conocido en el pueblo por ser jugador del Cantoria 2017, ha optado ahora por colgar las botas para cambiar el balón por el uniforme policial. Quizá no ve mucho futuro en el terreno de juego local, ni en el panorama laboral del municipio.
Pero sí parece verlo en una plaza pública estable y, para más inri, en el ayuntamiento donde gobiernan sus padres con mayoría absoluta.
¿Casualidad? Tal vez. Pero hay más. En Cantoria, el servicio de Policía Local no incluye turnos nocturnos, una medida aprobada por el pleno gracias a los votos del grupo socialista. Un chollo laboral, dirán algunos. ¿Será que el PSOE siembra tranquilidad para el futuro profesional del hijo de la alcaldesa? Nadie lo afirmará abiertamente, pero la duda razonable está servida.
Y como si esto no fuera suficiente, conviene recordar que el matrimonio gobernante supera los 106.000 euros anuales en ingresos públicos, entre sueldos, dietas y otros complementos. ¿Es entonces descabellado pensar que el futuro del hijo pueda estar cuidadosamente alineado con esa línea de estabilidad que tanto gusta en lo público?
En pueblos vecinos como Albox u Olula del Río, los hijos de figuras políticas relevantes del PSOE, como Purificación Sánchez Aránega o Antonio Cerrillo Peña, decidieron no presentarse a procesos similares. Tal vez por prudencia. Tal vez por ética. Tal vez por sentido común. En Cantoria, sin embargo, parece que todo queda en casa. Literalmente.Este artículo no busca acusar, sino invitar a pensar. En un contexto donde la confianza ciudadana en las instituciones está en entredicho, sería deseable al menos aparentar neutralidad. ¿No sería lógico que el tribunal examinador fuera completamente externo al municipio? ¿No sería eso lo mínimo exigible en aras de la transparencia?
Pero aquí seguimos. Pensando. Porque a veces, pensar es lo único que nos dejan hacer.