Es tradicional la visión cainita que tenemos los españoles de nosotros mismos, más aún cuando se habla de la última guerra civil que padecimos en el pasado siglo. Hace ya casi noventa años de aquel enfrentamiento, aunque algunos no están dispuestos a dejarlo para el mero estudio histórico, simplemente por la rentabilidad que hasta hoy recolectan de mil maneras los impulsores de las dos Españas. Desde mi punto de vista, al igual que hoy, es la tercera España la más importante, la que sufre a las otras dos, y desgraciadamente, la que menos se tiene en cuenta. Hace tiempo, un amigo me contó una luctuosa historia de un familiar que bien puede representar a esa tercera España. Esta historia nos habla de un hombre que vivía aislado, en una sierra lejos de cualquier población, donde trataba de sobrevivir, en esa dura posguerra, del ganado, sus cultivos y la caza. Por la zona, se emboscaba un huido, que seguramente no llegara al grado de maquis, ya que éstas eran partidas de guerrilla dirigidas por el Partido Comunista, sino que simplemente era alguien involucrado en la contienda a quien buscaban las autoridades. Si la vida para una persona normal era difícil, habría que pensar cómo sería la de un fugitivo, que hizo del robo y del amedrentamiento a los viajeros y habitantes de los terrenos más inhóspitos, su modus vivendi. Una de las víctimas habituales era el pacífico señor del que hablamos en un principio, que sufría al mismo tiempo la presión de la sentencia a muerte, por parte del prófugo si se negaba a ayudarle, y también de la de los representantes de la ley, si le sorprendían ayudando de algún modo al malhechor. Como podemos imaginar, esa sentencia en este representante de la tercera España, sin importar por parte de quién fuera firmada, al final se cumplió.
Ucrania en lengua eslava significa territorio de la frontera. Podemos imaginar con esa denominación, el concepto que a lo largo del tiempo han tenido sus vecinos de esa tierra. Geográficamente es un país cuya superficie dibuja en casi su totalidad una llanura. Esto ha favorecido la continua penetración de estados limítrofes, algo que no ayuda demasiado a crear una frontera nacional nítida, y que más o menos ha sido determinada por los ríos que recorren la zona.Vikingos, Mongoles, Polonia, Lituania, el Imperio Austrohúngaro, tártaros, otomanos, cosacos o rusos, han estampado su impronta en esa región. También el origen común deBielorrusia, Ucrania y Rusia, nubla más aún esa distinción territorial, pues estos tres pueblos son hijos del Rus de Kiev, un estado creado por la unión de tribus eslavas conVaregos escandinavos. Haciendo un paralelismo de andar por casa, podemos tomar como ejemplo la península Ibérica. El origen de lo que serán Portugal y más tarde España es el mismo a grandes rasgos, se encuentra en la reconquista contra la invasión musulmana de lo que fue el reino visigodo. Yese hermanamiento, con sus más y sus menos, llega hasta hoy día. Aunque en nuestro caso, las fronteras y guerras quedaron zanjadas ya atrás en el tiempo. El devenir histórico de lo que hoy es Ucrania, perfiló un territorio con dos almas, una más volcadahacia Europa occidental, y otra que mira hacia Rusia. Cuando los medios de comunicación hablan genéricamente de los ucranianos, lo hacen como si se tratara de un pueblo homogéneo y de opinión unánime, algo que para nada refleja la realidad. Esta diferencia ha sido patente, y cada vez más aguda, en los últimos tiempos. Si hacemos memoria, se mostraba claramente esa diferencia durante las reñidas elecciones presidenciales entre pro occidentales, y pro rusos. Y esos contrastes, que eran propios de los ucranianos sin hacer sangre de ello, finalmente fueron azuzados y aprovechados por dos cobardes imperios, dos cobardes actores acostumbrados a hacer guerras de debilitamiento en territorio ajeno, y que quieren demostrar al mundo quién mea más lejos, salpicando a un pueblo que padece, como el familiar de mi amigo, la presión de saberse víctima de los dos fuegos, haga lo que haga.