Los puritanos de velar por la moral pública, han elevado la anécdota a categoría, con la representaciónde los universitarios del Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid. No pretendo defender el comportamientomaleducado y soez de unos jóvenes, probablemente con alguna copa de más, en la puesta de escena ante sus amigas de la residencia Santa Mónica. Pero tampoco que esta “performance” se convierta en una cuestión de Estado, en el que intervenga la Fiscalía, el Congreso de los Diputados y la Universidad Complutense. La mayoría de los grupos parlamentariosno se desvían del guion trazado por la corrección política sobre la ideología de género, implantado por el Gobierno social-comunista. Recuerdo cómo en los inolvidables años universitarios en el Colegio Mayor Albayzín de Granada también nos gustaba transgredir la disciplina. Las normas colegiales establecían que los sábados por la noche se volvía al colegio antes de la una, de lo contrario exigía saltar por el pararrayos, conla amenaza de expulsión; todos los años los residentes vecinos del Colegio Mayor Isabel la Católica nosprovocaban con insultos, pero la dirección frustrabauna posible batalla campal; les devolvíamos esa visitaganándoles siempre en el torneo de fútboluniversitario; a las universitarias de la residencia contigua de “las cortijeras” les piropeábamos con más elegancia —ahora estaría prohibido—: “Eso es un cuerpo y no el de la Guardia Civil” o “Dime como te llamas y te pediré para reyes”. Quizás éramos más románticos cantando canciones de tuna como “Clavelito”, “Cielito Lindo” o “Las Cintas de mi Capa”, pero desde entonces la naturaleza humana no ha experimentado grandes cambios. Por eso, los mensajes ordinarios y chabacanos lanzados por los “ahujos” de “Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas; os prometo que vais a follar todas en la capea”, ha llevado hipócritamente a la mayoría de la clase política a rasgarse las vestiduras. Sobre todo,porque las universitarias no se han sentido ofendidas;se trataba de un juego orquestado, como lo demostraba las risas o el turno de réplica a modo “Hola, Fondo norte”, “Hola, Fondo sur”. El Ministerio orwelliano dela Moral, como Gran Hermano, aduce que “es la muestra más evidente de que hace falta educación sexual”. No sabemos si se refiere a la educación sexual de su pareja/o/e/ (utilizando su manido lenguaje inclusivo) que pretendía azotar a la periodista Mariló Montero hasta que sangrara; o la educación de sus correligionarias asaltando en sujetador la capilla de la Universidad Complutense, al grito de “Arderéis como en el 36” o “Vamos a quemar la Conferencia Episcopal por machista y carcamal”. Sin embargo, estos censoresde la moral pública presentan ante la Fiscalía (¿De quién depende? Pues eso) las letras musicales de la sátira de InfoVlogger y Los Meconios de “Volveremos al 36”, por homófoba y guerracivilista; cuando quien la canta es gay y señala a la izquierda por devolvernos a aquel escenario. Esta denuncia denota que encuentran competidores en la hegemonía por la batalla cultural. Después de que los probos políticos condenaranpomposamente a los “ahujos” (“sólo sí, es sí”), las “mónicas” les ponen en evidencia al explicarles que lo han sacado de contexto; pero capaces son ahora de inventar “sólo sí, es no”. Los que están corrompiendo a los menores en los colegios con la promoción delaborto desde los 16 años; los que fomentan la promiscuidad sexual con el suministro gratuito de anticonceptivos; los que han legalizado el cambio de sexo y la pedofilia; los que confunde un piropo y proclamas sarcásticas con delitos de odio (…), quierenimponer su ingeniería social basada en el libertinaje sexual. La coherencia ideológica de este feminismotrasnochado guarda silencio ante el asesinato de la joven iraní Mahsa Amini, por llevar el velo mal colocado. Pero cabalgan contradicciones porque hanrecibido fondos del régimen de los ayatolás; el mismo que cuelga a los homosexuales por el cuello en una grúa. Si pudieran internarían a los “ahujos” en camposde reeducación sexual, para convertirlos en “hombres blandengues”; aunque éstos alegarían en su descargo la coartada “trans” de sentirse mujeres. Lo políticamente correcto ve la paja en el ojo de los “ahujos”, pero banaliza la viga de la violencia de Estado con la legislación de género. Resulta hipócrita colar el mosquito del caso Ahuja, cuando estos gobernantesestán tragándose el camello de pervertir a la juventud.